Había una vez un día soleado en un pequeño pueblo donde vivían muchas familias. En ese pueblo, la gente sabía que Jesús, un hombre amable y amoroso, estaba cerca. Había oído hablar de él y de sus enseñanzas sobre el amor y la bondad.
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Un día, algunas madres llevaron a sus hijos a donde Jesús. Querían que Jesús los conociera y les diera su bendición. Los niños estaban emocionados y curiosos por conocer a este hombre que habían oído hablar.
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Cuando Jesús vio a los niños, una sonrisa cálida se extendió por su rostro. Les abrió los brazos y los llamó a acercarse. Los niños corrieron hacia Jesús, riendo y felices. Algunos eran pequeños bebés en brazos de sus madres, mientras que otros eran niños un poco más grandes.
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Jesús acarició sus cabellos, les dio la bienvenida y les habló con amor. Dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos". Las madres se sintieron felices de que Jesús amara a sus hijos y los bendijera.
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Luego, Jesús tomó a cada niño en sus brazos y los bendijo. Les dijo palabras de amor y esperanza. Les dijo que eran especiales y que Dios los amaba profundamente. Los niños se sintieron queridos y especiales en ese momento.
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Las madres estaban agradecidas y conmovidas por la amabilidad de Jesús hacia sus hijos. Sabían que Jesús les había dado su bendición y que eso sería un regalo precioso para toda la vida.
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Después de ese hermoso encuentro, los niños corrieron de regreso a sus madres, con sonrisas radiantes en sus rostros. Las madres y los niños se fueron con el corazón lleno de alegría y gratitud por el amor y la bendición de Jesús.
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