Había una vez un granjero llamado Pedro que tenía un pequeño jardín en su patio trasero. Pedro amaba cuidar de sus plantas y verlas crecer. Un día, Pedro decidió plantar algunas semillas de mostaza en su jardín.
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Las semillas de mostaza eran muy pequeñas, pero Pedro las sembró con cuidado en la tierra. Luego las regó y las cuidó todos los días. Con el tiempo, las semillas comenzaron a crecer, y lo que Pedro vio fue sorprendente.
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De las pequeñas semillas de mostaza, creció una planta enorme. Era tan grande que las ramas se extendían y proporcionaban sombra en el jardín. Los pájaros del vecindario venían a descansar en sus ramas y a cantar alegremente.
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Pedro se maravilló de cómo algo tan pequeño como una semilla de mostaza podría convertirse en algo tan grande y hermoso. Él sabía que Jesús había contado una parábola sobre el Reino de Dios usando la imagen de una semilla de mostaza.
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Jesús dijo que el Reino de Dios es como una pequeña semilla de mostaza que, cuando se siembra, crece y se convierte en un arbusto grande, de modo que los pájaros del cielo vienen y anidan en sus ramas.
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Pedro entendió el significado de esta parábola. El Reino de Dios comienza pequeño, como una semilla en nuestros corazones, pero crece y se vuelve grande cuando lo alimentamos con amor, bondad y fe. El Reino de Dios es como la planta de mostaza en su jardín, proporcionando refugio y bendiciones a todos los que lo rodean.
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