Había una vez un pastor que cuidaba un rebaño de ovejas. El pastor era muy bueno y amaba mucho a sus ovejas. Siempre se aseguraba de que tuvieran suficiente pasto para comer y agua fresca para beber. También las protegía de los peligros, como los lobos que acechaban en las cercanías.
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Un día, mientras el pastor cuidaba del rebaño en un campo verde, vio a una ovejita pequeña que estaba perdida. La ovejita se había separado del grupo y no sabía cómo volver con las demás ovejas. Estaba asustada y solitaria, balando tristemente.
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El pastor sintió compasión por la ovejita perdida. Dejó a las demás ovejas en el campo y fue a buscarla. La encontró temblando detrás de unos arbustos y con cuidado la levantó en sus brazos. La ovejita se sintió segura y feliz de estar con su buen pastor.
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El pastor regresó al rebaño con la ovejita perdida en sus brazos. Todas las demás ovejas se alegraron al verla de nuevo. El pastor les dijo a todos: "Estoy tan contento de haber encontrado a nuestra amiga perdida. Ahora estamos todos juntos y seguros".
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Jesús, quien también era un buen pastor, contó una historia similar a sus seguidores. Él les dijo que él era como el buen pastor que cuida de sus ovejas y está dispuesto a buscar y rescatar a la ovejita perdida. Jesús amaba a todas las personas, y cuando alguien se alejaba de Dios o se sentía perdido, Él estaba listo para encontrarlos y guiarlos de regreso al rebaño.
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