Hace mucho tiempo, en una tierra lejana, vivía un hombre llamado Pedro. Pedro era uno de los discípulos más cercanos de Jesús y lo seguía a todas partes. A menudo, Pedro y los otros discípulos aprendían lecciones especiales de su amado maestro, Jesús.
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Un día, Jesús y sus discípulos llegaron a una aldea junto al lago. Jesús sabía que era hora de pagar el impuesto del Templo, una cantidad de dinero que todos debían dar. Pero no tenían dinero en ese momento, y Jesús les dio una tarea especial.
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"Ve al lago", les dijo Jesús a Pedro, "y echa el anzuelo. El primer pez que pesques tendrá una moneda en su boca. Toma esa moneda y paga el impuesto por ti y por mí".
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Pedro se sorprendió ante esta extraña solicitud, pero confiaba en Jesús y obedeció. Fue al lago con su caña de pescar y echó el anzuelo al agua. Esperó con paciencia, y poco tiempo después, sintió un tirón en su caña. Cuando sacó el pez del agua, ¡encontró una moneda en su boca, tal como Jesús había dicho!
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Lleno de asombro y gratitud, Pedro tomó la moneda y fue a pagar el impuesto del Templo, como Jesús le había indicado. La tarea que parecía imposible se había cumplido gracias a la fe y la confianza en las palabras de Jesús.
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Pedro regresó con Jesús y compartió la increíble historia de cómo había encontrado la moneda en la boca del pez. Jesús sonrió y les recordó a sus discípulos que Dios siempre proveerá de maneras sorprendentes y maravillosas.
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