Hace mucho, mucho tiempo, en un mundo lleno de gente y animales, vivía un hombre llamado Noé. Noé era especial porque amaba a Dios y hacía todo lo posible por ser bueno y justo. Dios miró a Noé y vio su corazón bondadoso, y decidió confiarle una importante tarea.
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Un día, Dios se apareció a Noé y le dijo: "Noé, he visto que eres fiel y bueno. Voy a enviar un gran diluvio para limpiar la Tierra de toda la maldad. Pero quiero salvarte a ti y a tu familia, junto con dos de cada animal, para que puedan empezar de nuevo". Noé escuchó con atención las palabras de Dios y asintió con gratitud.
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Dios le dio instrucciones muy precisas a Noé sobre cómo construir un barco especial llamado "el Arca". El Arca era gigantesca, tan grande como un campo de fútbol, y tenía tres pisos para albergar a todas las criaturas. Noé y su familia se pusieron manos a la obra, recolectando madera y trabajando día y noche para construir el Arca tal como Dios les había indicado.
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Mientras tanto, los animales de la tierra comenzaron a llegar a la puerta del Arca, dos por dos: leones y cebras, elefantes y jirafas, patos y pingüinos, ¡de todas las formas y colores imaginables! Noé y su familia los recibieron con cariño y los llevaron al interior del Arca, asegurándose de que tuvieran suficiente comida y agua para el viaje.
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Finalmente, llegó el día en que las nubes se oscurecieron y comenzaron a caer gotas de lluvia. Pero esta no era una lluvia normal; era una lluvia que no parecía tener fin. Los ríos se desbordaron y las aguas subieron rápidamente, cubriendo todo a su paso. Las personas que no habían escuchado a Dios y no habían sido buenas estaban asustadas y buscaban refugio en lo alto, pero no había escape.
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Dentro del Arca, Noé y su familia cuidaban de los animales y rezaban por la seguridad de todos. Durante cuarenta días y cuarenta noches, el agua siguió cayendo, y solo el Arca flotaba sobre la superficie del agua. Pero Noé tenía fe en Dios y sabía que estaban a salvo en su cuidado.
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Finalmente, un día, las aguas comenzaron a retroceder, y el Arca descansó en la cima de una montaña. Noé envió una paloma para ver si había tierra firme, pero la paloma volvió al Arca. Luego, envió una segunda vez, y esta vez la paloma regresó con una hoja de olivo en su pico, señal de que la Tierra volvía a ser habitable.
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Noé y su familia salieron del Arca, junto con todos los animales, y se arrodillaron para dar gracias a Dios por salvarlos. Dios les prometió que nunca volvería a enviar un diluvio de esa magnitud y estableció un hermoso arco iris en el cielo como señal de su promesa.
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Así, Noé, su familia y los animales comenzaron una nueva vida en un mundo limpio y renovado, lleno de esperanza y gratitud por la bondad de Dios. Y la historia del Arca de Noé nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la fe y la obediencia a Dios pueden llevarnos a la seguridad y la bendición.
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