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Cada noche, mientras todas las estrellas se alineaban para iluminar el firmamento, Stella miraba abajo hacia la Tierra y suspiraba. Soñaba con tocar la suave hierba, sentir la brisa en su rostro y conocer a los seres que vivían en el planeta. Pero como era una estrella, siempre estaba atrapada en el cielo, lejos de la Tierra.
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Un día, mientras observaba el mundo desde arriba, Stella notó algo extraordinario: una estrella fugaz brillante que cruzaba el cielo en una velocidad deslumbrante. Era como una señal del universo, un mensaje de que era posible viajar por el espacio y vivir una aventura.
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Decidida a hacer su sueño realidad, Stella buscó consejo de su amiga Luna, la brillante luna llena. Luna le dijo con una sonrisa: "Querida Stella, si deseas vivir una aventura en la Tierra, necesitas el poder del deseo y la ayuda de tus amigos cósmicos."
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Con determinación en su corazón, Stella comenzó a hacer amigos entre las estrellas y planetas cercanos. Júpiter le dio un impulso de velocidad, Saturno le prestó sus anillos para protegerse, y el cometa Halley le dio dirección.
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Finalmente, el gran día llegó. Stella estaba lista para su gran aventura. Se despidió de Luna y de todas las estrellas y planetas que la habían ayudado y se lanzó al espacio. Atravesó el universo a una velocidad asombrosa, dejando un rastro de luz brillante a su paso.
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Stella se acercó a la Tierra, y cuando finalmente entró en la atmósfera, se sintió cálida y emocionada. Descendió lentamente, rodeada de una estela de chispas doradas, y aterrizó suavemente en un prado verde y hermoso.
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Allí, Stella experimentó todo lo que siempre había soñado. Corrió por el campo, sintió la brisa en su rostro y conoció a niños y animales que la miraban con admiración. Stella brillaba aún más en la Tierra, y su luz iluminaba la noche como nunca antes.
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Pero Stella sabía que debía regresar al cielo para seguir iluminando las noches. Con un adiós agridulce, se despidió de sus nuevos amigos y se elevó hacia el cielo, dejando una estela de luz que siempre recordarían.
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De vuelta en el cielo, Stella seguía brillando con orgullo. Ahora, cuando los niños y adultos la veían, sabían que era la estrella que había vivido la aventura más emocionante de todas. Y todas las noches, mientras observaba el mundo desde lo alto, Stella recordaba su viaje a la Tierra con una sonrisa y agradecía a sus amigos cósmicos por haberle dado la oportunidad de vivir la maravillosa aventura de la estrella fugaz.
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