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Cada noche, Estela volaba por el cielo, guiando a las estrellas en su danza luminosa. Los habitantes del bosque observaban con asombro desde sus escondites mientras Estela les regalaba noches llenas de constelaciones deslumbrantes y destellos de luz. Sin embargo, Estela tenía un secreto que nadie conocía, ni siquiera sus amigos más cercanos.
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Un día, mientras Estela paseaba por el bosque, conoció a un joven zorro llamado Zafiro. Zafiro era curioso y valiente, y cuando vio las alas de Estela, quedó impresionado. Le preguntó si podía aprender a volar como ella y cómo hacer que las estrellas bailaran en el cielo.
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Estela, con una sonrisa misteriosa, aceptó enseñar a Zafiro su arte secreto. Comenzaron a reunirse en lo alto de una colina todas las noches, donde Estela le enseñaba cómo atrapar las estrellas y hacer que se iluminaran en su varita mágica. Zafiro era un alumno aplicado y pronto comenzó a lanzar chispas de luz al cielo.
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Pero con el tiempo, la emoción de Zafiro creció, y comenzó a lanzar estrellas al cielo en su ausencia. Estela descubrió esto una noche cuando notó que algunas estrellas estaban fuera de lugar y brillaban con menos intensidad. Se dio cuenta de que Zafiro había estado practicando sin su guía.
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Estela estaba preocupada por el desequilibrio en el cielo y la seguridad de Zafiro. Le explicó que el arte de las estrellas requería paciencia y respeto por su delicada danza. Le advirtió que si no se tenía cuidado, podrían desencadenarse consecuencias no deseadas.
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Zafiro, desilusionado por la reprimenda, decidió irse solo al cielo para arreglar lo que había hecho. Mientras Estela observaba preocupada desde abajo, Zafiro luchaba por reorganizar las estrellas en su lugar correcto. Pero, a medida que avanzaba la noche, las estrellas se enredaban más y más.
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Finalmente, Zafiro no pudo manejar la situación, y las estrellas comenzaron a caer del cielo en una lluvia brillante. El cielo se oscureció y el reino mágico quedó sumido en la oscuridad.
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Estela, preocupada por su amigo, voló hacia el cielo y, con lágrimas en los ojos, usó su varita mágica para devolver las estrellas a su lugar. El cielo se iluminó de nuevo, pero Estela estaba agotada y triste por la pérdida de su secreto.
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Zafiro bajó la cabeza en señal de disculpa, y Estela comprendió que la lección había sido aprendida. A partir de ese día, trabajaron juntos para cuidar del cielo y las estrellas, asegurándose de que su brillo nunca se apagara.
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La historia de Estela y Zafiro se convirtió en una leyenda en el reino mágico, recordándoles a todos la importancia de la paciencia, la humildad y el respeto por los secretos de la naturaleza. Y aunque Estela compartió su conocimiento con su amigo, el verdadero secreto que ella guardaba era el amor y la magia que llevaba en su corazón, siempre brillando como un faro en el cielo del bosque encantado.
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