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Noria se sentía triste porque quería ayudar a las plantas, los árboles y los campos sedientos que esperaban ansiosos la lluvia para crecer y florecer. Además, las demás nubes no entendían su situación y la miraban con desprecio, pensando que era una nube inútil.
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Un día, mientras Noria flotaba en el cielo, con una gran tormenta a la vista, conoció a un pajarito llamado Pablo que estaba buscando refugio de la lluvia. Pablo se posó sobre Noria y comenzaron a hablar. Noria le explicó su problema y cómo se sentía inútil.
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Pablo, con su pequeño pero sabio corazón, le dijo a Noria: "Noria, tal vez no puedas llover, pero eso no significa que seas inútil. Todos tenemos dones especiales, y estoy seguro de que hay algo maravilloso que puedes hacer".
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Noria miró a Pablo con asombro y curiosidad. "¿Tú crees que tengo un don especial?", preguntó.
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Pablo asintió y le dijo: "¡Claro que sí! Quizás no puedas dar lluvia, pero estoy seguro de que puedes hacer algo único y hermoso. Deberías explorar tus talentos y descubrirlo".
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Inspirada por las palabras de Pablo, Noria decidió buscar su don especial. Pasó días y noches observando el mundo desde el cielo y prestando atención a las necesidades de la Tierra. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, aunque no podía llover, podía hacer algo increíble: podía pintar el cielo de colores.
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Noria comenzó a teñir el cielo de tonos dorados al amanecer y de tonos rosados al atardecer. Creó hermosos atardeceres y amaneceres que llenaron de alegría a las personas del pueblo. Los niños miraban al cielo con asombro, y los adultos se sentían reconfortados por la belleza que Noria les regalaba.
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Poco a poco, Noria se ganó el cariño y la admiración de todos en Nubeville. Las otras nubes dejaron de burlarse de ella y comenzaron a apreciar su don especial para pintar el cielo. Noria se sintió feliz y realizada, sabiendo que podía hacer algo único y hermoso.
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Un día, mientras Noria pintaba un hermoso arco iris en el cielo después de la lluvia, vio a Pablo volando cerca. Se posó en su hombro y le dijo: "Noria, has encontrado tu don especial, y has llenado nuestras vidas de alegría y belleza. Eres una nube verdaderamente especial".
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Noria sonrió y respondió: "Gracias, Pablo, por creer en mí y ayudarme a descubrir mi don. Aprendí que todos somos únicos y especiales, y que siempre podemos encontrar una manera de hacer una diferencia en el mundo".
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Desde ese día, Noria siguió pintando el cielo de colores y llenando de alegría a Nubeville. Su historia se convirtió en un recordatorio de que todos tenemos talentos especiales, y que podemos encontrar nuestra propia manera de brillar y hacer el mundo un lugar más hermoso.
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