19 La Ovejita que Contaba Estrellas

En un hermoso valle rodeado de colinas verdes y campos interminables, vivía una pequeña ovejita llamada Estela. Estela era una ovejita especial porque tenía un don único: podía contar estrellas. Cada noche, mientras las estrellas llenaban el cielo, Estela se acostaba en el suave césped y comenzaba a contarlas una por una.
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A medida que las estrellas se encendían en el cielo, Estela las nombraba y les daba historias. Había estrellas que eran valientes aventureras, otras que eran amables consejeras y algunas que eran curiosas exploradoras. Estela tenía una relación especial con cada una de ellas.
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Las otras ovejitas del rebaño de Estela no entendían su pasión por las estrellas. Preferían contar hojas de pasto o contar historias sobre el día en lugar de mirar al cielo. A menudo se burlaban de Estela y le decían que estaba perdiendo el tiempo.
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Pero Estela no se dejaba influenciar por las opiniones de los demás. Sabía que las estrellas eran sus amigas y que le traían consuelo en las noches más oscuras. A través de las estrellas, encontraba inspiración y sentido en el mundo.
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Un verano, una gran sequía afectó al valle. El pasto se secó y el agua escaseaba. El rebaño de Estela estaba preocupado y asustado. Fue entonces cuando Estela decidió pedir ayuda a sus amigas estrellas.
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Cada noche, antes de acostarse, Estela levantaba la cabeza hacia el cielo y susurraba a las estrellas su deseo de lluvia para el valle. Les contaba sobre la sequía y la necesidad de agua para todos los seres vivos. Las estrellas escuchaban sus palabras con atención.
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Pasaron varias noches, y Estela continuó contando estrellas y haciendo sus deseos. Hasta que una noche, mientras miraba el cielo, vio algo asombroso: una estrella fugaz brillante cruzó el firmamento. Estela cerró los ojos y formuló su deseo con todas sus fuerzas.
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La estrella fugaz respondió a su deseo. En ese mismo momento, las nubes comenzaron a reunirse en el cielo. El viento sopló con fuerza, y la lluvia comenzó a caer suavemente sobre el valle. El rebaño de Estela y todos los seres vivos del valle celebraron con alegría la llegada de la lluvia tan esperada.
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Estela sabía que sus amigas estrellas habían escuchado su llamado y habían enviado la lluvia. Desde ese día, las otras ovejitas del rebaño comprendieron el don especial de Estela y comenzaron a apreciar su habilidad para contar estrellas.
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Estela siguió contando estrellas cada noche, pero ahora lo hacía no solo para sí misma, sino también para compartir las historias y los deseos de las estrellas con los demás. A medida que el valle florecía y la vida volvía a ser próspera, todos en el rebaño aprendieron que los sueños y las estrellas tenían el poder de hacer que los milagros sucedieran.
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Y así, Estela, la ovejita que contaba estrellas, enseñó a su rebaño que la imaginación y la fe podían cambiar el mundo y que, incluso en las noches más oscuras, las estrellas siempre estaban ahí para guiarlos y escuchar sus deseos.
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Cristiano Lector

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